“Miedo a perder el
tótem masculino: ¿qué otras raíces?”[1]
“…Amenazan
con
hacerme entrar en un cielo
sin estrellas y sin padre, en unas aguas oscuras.”[2]
“…No hay manera de librarse de él:
(...)
Lo oscuro hace su hueso.
Pronuncia un nombre cualquiera, y
acudirá.”[3]
“…¡Qué ojos tan grandes tienen los muertos!
He intimado con un espíritu peludo.
(…)
Si soy pequeña, no puedo hacer ningún daño.
Si no me muevo, no romperé nada. Eso dije…”[4]
Sylvia
buscó a su padre (pero él le salía continuamente) revolviendo en su memoria y
en sus sueños, y en su poesía y, aquí, con brujerías. Sylvia escribió el
<<Diálogo sobre un tablero de güija>>[5] en
1957 o 1958, pero no se lo enseñó nunca a nadie. Sybil y Leroy valen, claro, Sylvia y Ted, que
dieron en interrogar a Pan, su geniecillo familiar, sobre esto o aquello. Ted
Hugues publicó el texto en las notas a los Collected
Poems de Sylvia Plath. De 1957 es otro poema, <<Güija>>[6]
(<<Ouija>>), que también apareció publicado por primera vez en
dicha colección.
En
<<Güija>> “un dios frío, un dios de sombras”, “antiguo” (¿o
viejo?), mueve “el vaso desde sus negras profundidades” y con su “boca de
cristal” “devuelve, como baba, sus palabras”, y “deletrea, temblequeando (…)
sus amorosas nostalgias”. “Prometimos olvidar / el laberinto, e ignorar qué
clase de bestia / pudiera habitarlo.” Dice Sybil. Faltaron a su promesa. En el
<<Diálogo…>> invocan a Pan. Él acude, puntual.
“¿Hay alguien ahí?[7] Ya
anda. Va / directamente al Sí. Apuesto a que es Pan. ¿Quién iba / a acudir a
nuestra llamada así, sino Pan? Está / registrándose. Sólo la P esta vez. Y se
larga, / y vuelve a la P, como si fuésemos ya viejos amigos / y bastasen los
apodos.” La “fe” de Sybil en Pan “va y viene”. No le parece verdadero. Pero
“¿qué es / lo que queremos saber de verdad?” “Todo.” Sybil recela: “el vaso
siempre se sale con algo que yo no quisiera / saber de ninguna manera”. De
todos modos, pregunta. “Pan, ¿hay / otra vida después de esta vida? Sale
disparado, volando / hacia el Sí, pero es su certeza, no la nuestra.” Y hace
inquisición, entonces, de su padre, en el otro lado. Gasta, responde Pan, “un
plumaje de gusanos”. Ángel de la putrefacción.
Parecía “vana
ventriloquía”, serían, ¿no?, “vagos delirios”. Sybil frunce el ceño: “Yo tenía
toda la razón: Pan no es más que la marioneta / de nuestra doble intuición.”
“¿Y si así fuera…? / Todavía merece ser estudiado…” Discutieron entonces, Sybil
y Leroy, sobre la naturaleza de Pan, y de sus revelaciones.
SIBYL: …Antes quisiera que me clavaran una estaca
en el corazón,
que me quemaran en la hoguera, por
bruja,
hasta convertirme en un montón de
cenizas,
que encontrarme con un pobre fanfarrón
de las regiones inferiores
de nuestras conciencias posando como profeta y
arrebatándonos con artería
los guijarros que guardamos en nuestros
armarios de cocina
para levantar sus torres inclinadas.
Mientras que tú, tú deseas
ver qué versátiles somos: mimas
a Pan como si fuera nuestro primogénito,
y se fundiesen en él nuestros dos talentos, una especie de
hijo bastardo
de nuestras hechicerías,
concebido en nuestra noche de bodas, y que
dimos a luz
nueve meses antes de tiempo, un chico,
eso sí,
brillante, inclinado a componer extraños poemas
en perfectos versos yámbicos, cuando se le empuja a recitar
riñéndolo, o felicitándolo sutilmente. Sólo yo,
aunque tú aparentes mayor serenidad, prefiero
imaginarme que alguna otra criatura corre
por nuestras venas y habla por boca de este vaso.
Pan
era un vago, un gamberro, un “correveidile”, pero “vale / para sondar sílabas
que nosotros todavía / no hemos sacado a la superficie: los versos son suyos,
pero el ritmo / es nuestro ritmo, como también el don / y la voz, y la
inteligencia, así como la sangre caliente / que nos chupa, como una
sanguijuela, por mostrarnos tan blandos.” Pero entonces, ¿y lo que dijo de
papá? Aquellos gusanos. “¿No dices que ha dicho dos mentiras…?” “Son más bien
dos frutos / del árbol de tus deseos.”
Pan
habitaba en el nervio mismo de Sybil y Leroy. Harto de sus señores, los llamó
entonces simios, y Leroy, enfadado, rompió el vaso. Enseguida le entró miedo,
“como si medio creyese en él, y él, / puesto que no eras tú, ni era yo, ni
éramos nosotros, / tuviera que haber sido alguna otra persona.” Papá. Papá.
“Pan asegura que su
dios familiar, ‘Koloso’, le dice muchas de estas cosas.”[8] Pan
era el genio que acudía cuando lo invocaban en la mesa de güija. En el
infierno, el Príncipe Otto era vasallo de El Coloso con “ka” inicial germánica.
Éste estorbaba la comunicación entre Sylvia y el espíritu de su padre.[9]
De
los correos que Pan pueda traer del otro lado de las cosas a Sylvia le importa
por encima de todo saber lo de su padre, enterarse
de lo suyo, llenarse de él, colmar el hueco de su ruidosa ausencia.
Ted
Hughes escribió también un poema, <<Güija>>[10],
sobre lo mismo. Era “tan fácil como pescar anguilas / en la cálida oscuridad
del verano”. Del “pozo de la güija” salió. “Componía poemas. / Deletreó uno: /
‘No tendrá él nombre. / Una miríada de hijas / cuidarán de su imagen / lavando
las faldas de la montaña con sus lágrimas / para apagar sus llanuras
incendiadas.” “Su poeta favorito / era Shakespeare. Su poema favorito, El Rey Lear. / Y ¿su verso favorito de El Rey Lear? Nunca / nunca nunca nunca
nunca – pero / no podía recordar cómo seguía.” Sylvia hace, claro, a Cordelia.
Sylvia lloraba, espantada.
“…Sólo
que quizás te había llegado un murmullo
que yo no alcanzaba a oír,
antes de que el vaso se moviera, alguna
vocecita:
‘La fama vendrá. La fama, especialmente para ti.
La fama no puede ser evitada. Y cuando
venga
habrás pagado por ella con tu felicidad,
con tu marido y con tu vida.’”
[1]
Sylvia Plath, <<Notas sobre sus visitas a RB: viernes, 12 de diciembre
[de 1958]>>. En Sylvia Plath, The Journals…p.
438.
[2]
Sylvia Plath, de <<Ovejas en la niebla>> (<<Sheep in
Fog>>), 2 – XII – 1962, 28 – I – 1963. En Sylvia Plath, Collected Poems, p. 262.
[3]
Sylvia Plath, del <<Poema para un cumpleaños. 4. La Bestia>>
(<<Poem for a Birthday. 4. The Beast>>), 4 – XII – 1959. En Sylvia
Plath, Collected Poems, pp. 131 –
137.
[4]
Sylvia Plath, del <<Poema de cumpleaños. 6. Quema Brujas>>
(<<Poem for a Birthday. 6. Witch Burning>>), 4 – XII – 1959. En Sylvia
Plath, Collected Poems, pp. 131 –
137.
[5]
Sylvia Plath, Collected Poems, nota
62, pp. 276 – 286.
[6]
Sylvia Plath, Collected Poems, pp. 77
– 78.
[8]
Sylvia Plath, carta a su madre, 5 – VII – 1958. En Sylvia Plath, Letters Home, p. 346.
[9] Ted Hughes, en Paul Alexander, (ed.), Ariel Ascending: Writings About Sylvia Plath,
Nueva York: Harper & Row, 1985, p. 155. En Erica Wagner, Ariel’s Gift, pp. 88 – 89.
[10]
Ted Hughes, Birthday Letters, pp. 53
– 56.
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