“Soy la hija del mago, que no pestañea.” (“I am
the magician’s girl who does not flinch.”[1]) En
el cuento de Nathaniel Hawthorne, La hija
de Rappaccini, un botánico tarado ha criado a su hija en un hibernadero
donde crecen plantas venenosas cuyos perfumes la vuelven a la vez inmortal y
fragilísima. Ahora ella no puede acercarse a ningún hombre, que lo mataría, ni
salir al mundo, pues se terminaría ella. Así, su padre, el “mago”, la tiene
toda para sí. Sylvia compara su condición con la de la hija del brujo en sus Diarios[2] y en
<<La reunión sobre las abejas>> (<<The Bee Meeting>>, 3
– X – 1962). En el poema juega con el apellido del escritor. “Is it the hawthorn that smells so sick? / The
barren body of hawthorn, etherizing
its children.” El “cuerpo yermo del espino” (casi, Hawthorne) desprende un olor
“enfermo” que anestesia “a sus hijos”. También, aquí, se iguala a la abeja reina. Es “vieja, vieja, vieja”,
pero “tiene que vivir otro año, y lo sabe.” Sylvia no podrá tanto. De todos
modos, acepta sus suertes, no pestañea.
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