domingo, 7 de abril de 2013

23. Sylvia Plath en las Cartas de cumpleaños de Ted Hughes



       Sylvia (Plath)
en las Cartas de cumpleaños de Ted Hughes

        Prólogo

Han gozado de una “aventura” “diminuta”, de “una miniatura de juguete / de la vida que podría habernos unido / en un solo animal, en una sola alma--” Fue visitación. Gracia de aquella diosa, que...

“…había venido
a decir a la poesía que nos estaba echando a perder con sus mimos.
La poesía lo escuchó, tal vez, pero nosotros no oímos nada,
        y la poesía no nos lo dijo. Y nosotros
        sólo hacíamos lo que la poesía nos decía que hiciésemos.[1]

Erica Wagner abre Ariel’s Gift (El don de Ariel), su estudio sobre “Ted Hughes, Sylvia Plath y la historia de Cartas de cumpleaños”, con dos epígrafes. En el primero Seamus Heaney afirma el carácter excepcional de la poesía: sólo allí (y al final, delante de Nuestro Señor) nos descaramos, nos confesamos, revelamos lo que en ninguna otra parte nos dejan contar:

        El alma tiene sus escrúpulos. Cosas que no se pueden decir.
        Cosas para guardar, que pueden conservar la mirada, en la madrugada,
        abierta y franca. Cosas para el vale de Dios
        y para la poesía. La cual es, como dice Milosz,
        ‘un dividendo de nosotros mismos’, un tributo pagado
        por aquello a lo que hemos sido leales. Algo que se permite.[2]

        Hughes y Plath visitaron la casa de las hermanas Brönte. Su guía “les tenía lástima. Los escritores / eran gente patética. Se escondían del mundo, / y lo inventaban.”[3] ¿De qué se escondía Sylvia? Y ¿qué mundo inventó?

        “Llevas diez años muerta. Es sólo una historia. / Tu historia. Mi historia.”[4] Eso son las Cartas de cumpleaños. Historia, “story”: cuento. La historia de Sylvia. La historia de Ted. Una historia que guardó durante años, y que le costó muchísimas fatigas publicar, y que, cuando lo hizo, lo alivió.[5]

        El libro conversa con Sylvia[6], “trata de Sylvia[7]. ¿En qué idioma está escrito? “No es del todo inglés y no es del todo música. Probablemente sea algún tipo de lengua heredada que hemos olvidado.”[8]

        Las Cartas de cumpleaños son los poemas más íntimos de Ted Hughes. El resto de su obra parece simple glosa, o traducción, del mundo, o de otros libros. Pero no, claro. Ahí, acaso, arranca la poesía, en lo que no podemos decir, y decimos como podemos.[9] Un ejemplo: Ted Hughes tradujo el Alcestis de Eurípides. Han condenado a Admetos a morir, a no ser que alguien ofrezca su vida a cambio de la suya. Lo hará Alcestis, su esposa.

        Mira lo que has hecho: has dejado que ella muera en tu lugar.
        Vives ahora
        sólo porque dejaste que la Muerte se la llevara.
        Tú la mataste. A pecho descubierto
        fue a encontrarse con la muerte que tú esquivaste…[10]

        Admetos hace a Ted; Alcestis, a Sylvia.

Pues en las Cartas de cumpleaños que Ted Hughes escribió a Sylvia, y cerca de Sylvia, y acerca de Sylvia, también puede hallarse lo que entendió él que su mujer tuvo con su padre.


[1] Ted Hughes, <<Flounders>>, en Birthday Letters, pp. 65 – 66.
[2] Seamus Heaney, <<Sobre una nueva obra en la lengua inglesa>> (<<On a New Work in the English Tongue>>. En Erica Wagner, Ariel’s Gift, p. vii.
[3] Ted Hughes, <<Cumbres Borrascosas>> (<<Wuthering Heights>>), en Birthday Letters, pp. 59 – 61.
[4] Así termina el poema de Ted Hughes, <<Visita>> (<<Visit>>), en Birthday Letters, pp. 7 – 9.
[5] Erica Wagner, Ariel’s Gift, p. 4.
[6] Erica Wagner, Ariel’s Gift, p. 22.
[7] Ted Hughes, conversación con Matthew Evans, 13 – IV – 1999. En Erica Wagner, Ariel’s Gift, p. 24.
[8] Ted Hughes, en Keith Sagar, The Art of Ted Hughes, Cambridge, Cambridge University Press, p. 64. En Erica Wagner, Ariel’s Gift, p. 29.
[9] Ted Hughes, en Paris Review, 1995. En Erica Wagner, Ariel’s Gift, p. 16 – 17).
[10] En Erica Wagner, Ariel’s Gift, p. 4.

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