Mientras Sylvia
esperaba su segundo hijo, daba vueltas al nombre que le pondrían.
“Tenemos los nombres
del bebé: si es chico, el viejo Nicholas Farrar, y si es niña, uno nuevo, Megan
Emily (me gusta ‘Meg’ como nombre cariñoso, ¿a ti no?) En fin, tendrás que ir
acostumbrándote. Emily es la forma
femenina del segundo nombre de papá, Emil, y también lo hemos escogido por
E. Dickinson y E. Brontë…”[1]
Hubiese
querido, entonces, poner disimuladamente a su segunda hija (pero fue niño) el
nombre de papá, otra forma (precaria) de recuperarlo.
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