lunes, 8 de abril de 2013

17. El hombre de negro




        En La campana de cristal Esther Greenwood pregunta a un empleado del Metro cómo podía ir a la Cárcel de la Isla del Ciervo.

--Tengo que ir como sea.
--Eh –el gordo del quiosco de billetes me miró a través de la reja--, no llores. ¿A quién tienes ahí, cielo, a algún pariente?
(…)
--A mi padre.[1]

Sylvia Plath ve a su padre en un espigón de esa Isla del Ciervo en <<El hombre de negro>>[2] (1959):

        Donde los tres espigones
        de color magenta reciben los empellones
        y tirones del mar plomizo

        a la izquierda, y la ola
        suelta sus puños contra el pardo
        cabo, cercado por alambradas,

de la Cárcel de la Isla de los Ciervos,
con sus aseadas pocilgas,
sus corrales de gallinas y su majada

a la derecha, y el hielo de marzo
escarcha aún las charcas que se forman entre las rocas,
los acantilados de color de tabaco se yerguen

sobre un gran saliente de piedra
que se desnuda con la marea baja,
y tú, desde el otro lado de esas blancas

piedras, cruzaste dando trancos con tu abrigo negro
de muerto, tus zapatos negros, y tu
pelo negro, hasta plantarte ahí:

eras un vórtice fijo en la punta
más alejada, y unías con remaches las piedras, el aire,
todo aquello.

En sus diarios[3] asocia el texto (“el único poema ‘de amor’ de mi libro”) con sus visitas al cementerio de Winthrop.

Sin embargo, Ted Hughes, en <<El abrigo negro>>[4], supo otra cosa. Era él, el hombre del abrigo negro asomado a aquel acantilado del Atántico Norte, con “la marea baja”. Acaso Sylvia no comprendiese…

…cómo aquella imagen doble,
la doble exposición que padecían tus ojos,
era la proyección
del error diplópico de tu corazón partido en dos.

Su “padre muerto” había salido, arrastrándose, de aquel mar, y la mirada enferma de Sylvia fundía en uno “el cuerpo del fantasma” y el de Ted.


[1] Sylvia Plath, The Bell Jar, p. 157.
[2] <<Man in Black>>, en Sylvia Plath, Collected Poems, pp. 119 – 120.
[3] Sylvia Plath, The Journals, 13 – IV – 1959, pp. 477 - 478.
[4] <<Black Coat>>. Ted Hughes, Birthday Letters, pp. 102 – 103.

No hay comentarios:

Publicar un comentario