lunes, 8 de abril de 2013

11. El Coloso




        Sylvia quiso que el Coloso (era papá) de este poema titulase el libro “nuevo” de poesía que estaba empezando, que lo encabezase.[1] The Colossus and Other Poems fue el título del poemario publicado por Heinemann en Londres, el 31 de octubre de 1960.

        <<El Coloso>>[2] (1959)

        Nunca terminaré de componerte del todo,
        cada pieza en su sitio, tus partes encoladas, ensambladas como toca.
        Rebuznos de asno, gruñidos de gorrino y lascivos quiquiriquís
        escapan de tus enormes labios.
        Es peor que un corral.

        Quizás te consideres a ti mismo un oráculo,
        vocero de los muertos, o de este o aquel dios.
        Treinta años llevo ya trabajando
        para dragar la ciénaga de tu garganta.
        No he aprendido nada.

        Subiendo por pequeñas escaleras con tarros de cola y pozales de lisol
        me arrastro como una hormiga enlutada
        sobre los acres cubiertos de maleza de tu frente
        para reparar las placas inmensas de tu cráneo y desbrozar
los túmulos calvos, blancos de tus ojos.

        Un cielo azul arrancado de la Orestíada
        se arquea sobre nosotros. Oh, padre, así, completamente solo,
        eres tan meduloso e histórico como el Foro Romano.
        Saco mi almuerzo en una colina de cipreses negros.
Tus estriados huesos y tu cabellera de acanto se esparcen
       
con su anarquía antigua hasta la línea del horizonte.
        Haría falta mucho más que un rayo
        para crear semejante ruina.
        Las noches las paso acuclillada en la cornucopia
        de tu oído izquierdo, resguardándome del viento,

        contando las estrellas rojas y las de color de ciruela.
        El sol amanece bajo el pilar de tu lengua.
        Mis horas están desposadas con la sombra.
        No me detengo ya a ver si oigo el raspado de una quilla
        contra las piedras desgastadas del embarcadero.

        Su padre es una estatua gigantesca, arruinada. Sylvia es su celadora. Vive en él, rearmándolo, aseándolo. Y muy atenta a lo que dice (pero no entiende nada). Es, también, Sylvia, segunda Ariadna. Teseo (papá) la ha abandonado en una playa. Nadie va a venir a rescatarla.



[1] Sylvia Plath, The Journals…, p. 518.
[2] <<The Colossus>>. Sylvia Plath, Collected Poems, pp. 129 – 130.

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