<<El parque del
niño>>[1]
comienza con este verso: “¿Qué significaban para ti, las azaleas?” Sylvia
escribió <<Electra en el Camino de las Azaleas>> después de visitar
por primera vez la tumba de su padre en el cementerio de Winthrop. Eran flores,
pues, tristes, fúnebres. Había cogido un ramo, lo había colocado sobre la
tumba. “No tenías miedo / de encontrarte con tu padre, / de que se cumpliera su
Palabra, allí, en el centro del núcleo.” Sylvia acudió brava al otro lado (que
estaba ahí mismo), a su Cielo (a su Infierno), para encontrarse con su padre y
“que se cumpliera su Palabra”. Lo que ordenaba la Palabra del padre era una
boda violenta y una resurrección.
Muy
parecido es lo que ocurre en <<Sétebos>>[2]. En
el laberinto original, el de Creta, Ted oyó un bramido, el del Minotauro, no,
el del rey Minos, “alias Otto”.
“¿Qué obra
estábamos representando? Demasiado tarde
para encontrarte
y llegar a mi nave. La luna, arrancada
de su atracadero,
era sacudida por una tempestad.”
El
monstruo recibe a Sylvia. Pero ahora es “un toro de bronce”, Baal, que exige su
sacrificio, que encierren a su hija en sus entrañas y los echen al fuego. Ted,
segundo Teseo, no sabe rescatar a Sylvia (que hace la parte de Ariadna).
En
<<Un sueño>>[3]
Sylvia recibe una carta (la saca de su ataúd, “extraño buzón”).
“Era
una carta de tu papá. ‘Estoy en casa.
¿Puedo quedarme con vosotros?’
(…)
…Como una monja
cuidaste de lo que quedaba de tu papá.”
En
<<Ser como el Cristo>>[4] el
padre de Sylvia era su único dios: cualquier otro le parecía “falso”. Caminaba
en el amor de su padre.
“…Tú querías
estar con tu padre
dondequiera que se encontrase. Y tu
cuerpo
obstaculizaba tu paso. Y tu familia
carne de tu carne, sangre de tu sangre,
lo estorbaba…”
Porque amaba a su
padre odiaba a su madre (otra vez el complejo de Electra), que se interponía
entre los dos. Porque su padre estaba muerto, sólo en la muerte supo Sylvia
encontrarse a solas con él.
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